Tango Burger, sabor y orgullo tolimense
“Lo mejor de la mesa es con quien la compartimos”, dice el individual que ubican frente a mí, de repente, esta frase cobra sentido. Me honra compartir la mesa con Carolina Sotomonte, una de las sonrisas detrás de Tango Burger, el restaurante que, desde hace más de seis años, conquista el paladar de los ibaguereños. Ella, junto con su hermano Carlos Eduardo Sotomonte, le han apostado a este sueño, que ha crecido y superado retos que no imaginaban en un comienzo.
Por: Sarita Lozano Salinas
A pesar del aumento en los costos y la carga tributaria, han innovado con firmeza para adaptarse y seguir adelante.
—Nosotros sabemos que gustamos, porque nos mantenemos —en tono de confianza, asegura Carolina—. —Y sostenerse es de admirar.
Mientras conversamos, retrocedimos un poco en el tiempo para reconstruir la esencia de Tango mediante aquellos momentos de dificultad, como, por ejemplo, en 2020. La pandemia. Ella recuerda esos días como una prueba que los obligó a reinventarse, a apropiar en tiempo récord eso que no sabían. —Nos tocó aprender de empaques, de domicilios… un montón de cosas. —Cuando otros negocios cerraban o reducían personal, en Tango decidieron no despedir a nadie. Mantuvieron a sus siete empleados (en ese momento), una decisión que no fue fácil, pero que, para ellos, era la única posibilidad. Aquello que comenzó como un esfuerzo por sobrevivir se ha convertido en una de las mayores fortalezas de esta apuesta.
Hoy, el 60 % de sus ventas provienen de domicilios; algo que no habrían alcanzado sin la adaptación forzada por la covid-19. Carolina sonríe al pensar que eso que fue un desafío casi insoportable, se convirtió en una ventaja definitiva.
En medio de la conversación es inevitable no ser distraída por los aromas de la tocineta recién dorada. Es casi imposible no voltear a ver las hamburguesas que van saliendo de la cocina, jugosas y coronadas con ingredientes irresistibles que parecen decir: ‘¡cómeme!’ Encima de cada una las engalana un rótulo en letras grandes y rojas: “¡sí a todo!” —un mantra (al menos, para Carolina). Desde luego, la carta de Tango ofrece una variedad de hamburguesas, perros calientes, pinchos, carnes y papas, con precios que van desde los
15.300 hasta los 29.500 pesos. Una propuesta accesible para muchos, que destaca por su calidad y sabor inigualables, por encima de otros locales. —Precio, calidad y cantidad, dice Carolina. Otros lugares pueden ofrecer una o dos de estas cualidades, pero en éste las tres son la esencia de cada hamburguesa.
Para entender con claridad lo descrito, no bastó con escuchar las historias ni oler la tentación desde la entrada; habría que vivir la experiencia completa. —¿Qué me recomiendas?, le pregunté a Carolina, y sin dudarlo, me sugirió: —La Homero; doble queso mozarela, queso chédar, cuádruple tocineta y doble carne; una verdadera monstruosidad, como ella misma la describe. Pero mi estómago no daba para tanto. Así que opté por algo similar y menos gigante: La casa de papel. Con esto pude comprobar que la hamburguesa de Tango es excepcional.
Desde el primer mordisco se revela la promesa de una carne 100 % pura, jugosa y de sabor intenso, por eso Carolina menciona que es “una receta secreta”. La tocineta es la primera en llamar la atención, crujiente y ahumada; el chorizo argentino añade un sabor intenso y profundo; y el queso chédar y su deliciosa salsa de la casa completan esta gran creación. La hamburguesa va más allá de lo convencional.
Pero esta experiencia no sería completa sin mencionar su entorno. Desde el primer paso, dentro de Tango Burger, el ambiente sencillo y elegante llama la atención. Con paredes de cemento, ladrillo expuesto y un aire rústico, cada detalle le da un toque exclusivo, algo que Carolina describe como “cachetudo”. —¿Cómo se creó este ambiente?, le pregunté… —porque no es elegante, pero tiene elementos que lo hacen ver exclusivo—. Con rapidez me respondió: —mi mamá, quien, sin ser arquitecta, tiene un talento natural para organizar espacios, y con algo de inspiración de Pinterest y ayuda familiar, logró transformar el lugar en lo que es hoy.
Cada rincón hace que Tango se aleje de la imagen de cualquier restaurante de esquina. Entre lámparas tejidas a mano y plantas bien distribuidas, se convierte en un sitio acogedor que refleja ese equilibrio entre distinción y naturalidad. Carolina explica que todo es talento tolimense, desde la decoración hasta los vegetales frescos que llegan de proveedores locales. En cada rasgo se siente la pasión y el orgullo de su tierra. Sumado a esto, los hermanos Sotomonte han brindado empleo a muchos ibaguereños a lo largo de los años, fortaleciendo el talento de la región y haciendo de él un reflejo de lo mejor de su territorio. Hoy cuentan con dos puntos en Ibagué, uno en La Pola (carrera 6.ª con 3.ª) y otro en la calle 64 # 7-24.
Al salir de Tango Burger, no solo me llevé el sabor de una buena hamburguesa y ese ‘sí a todo’ que aún resuena en mi mente, sino una historia que inspira. Carolina es una mujer de admirar: incansable, perseverante e increíble; que, junto con su hermano, han hecho posible este proyecto. Claro, han enfrentado adversidades que otros habrían visto como barreras insuperables, pero para ellos cada reto es una lección y siguen aprendiendo.