Este ejercicio, realizado cuando se cumplen treinta años de la tragedia de Armero, se propuso tres objetivos muy especiales: En primer lugar, contribuir a la recuperación de la memoria histórica de ese luctuoso evento; en segundo lugar, desentrañar lecciones que nos puedan ayudar para prevenir de mejor manera, y atender con mejores resultados, un evento de naturaleza similar que pudiera presentarse, no solo en el Tolima, sino en cualquier territorio y, en tercer lugar, rendir homenaje a las miles de personas que quedaron sepultadas bajo el lodo y a quienes sobrevivieron y con gran empeño han salido adelante a pesar del inmenso sufrimiento que han padecido. Así mismo, queremos rendir homenaje y expresar especial reconocimiento y gratitud a los rescatistas que expusieron su vida para ayudar a otros; a quienes con su despliegue de solidaridad y generosidad cooperaron en la recuperación de los armeritas y de la zona afectada y a aquellos que cumplieron labores de coordinación y gestión de las complejas labores que implicó el trabajo en la zona. Hacer memoria histórica sobre qué fue y significó la tragedia de Armero ocasionada por la erupción del cráter Arenas del Volcán Nevado del Ruiz, el 13 de noviembre de 1985, es una responsabilidad muy seria y un riesgo. Responsabilidad porque necesitamos saber qué, cómo y por qué sucedió el desastre y cuáles fueron sus consecuencias e implicaciones en el inmediato y largo plazo, no solo para entender mejor lo acontecido, sino para aprender de ello y extraer enseñanzas. Es un deber, entonces, asegurar que en la forma más fidedigna posible se registren los sucesos y se transmitan a las futuras generaciones. También es una tarea riesgosa porque son muy diversas las percepciones que se tienen en torno a ese y cualquier otro evento.
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